¿Porqué es tan difícil aplicar una fórmula que funcione cada vez en un problema económico determinado?

¿Porqué es tan difícil aplicar una fórmula que funcione cada vez en un problema económico determinado? ¿Porqué una medida que funcionaba hace diez años ya no funciona?  ¿No eran las condiciones similares?

Los efectos de las decisiones que los gobiernos implementan para guiar la evolución de las actividades económicas de la sociedad han admirado y sorprendido a muchos entendidos a travez de la historia.  Manejar una economía ha sido considerado algo así como un acto de magia, o talvez algo designado para individuos con dones para leer mentes o para caminar por la cuerda floja.

Podremos entender el problema básico si miramos al componente principal en las actividades económicas: Gente!

Las personas son la razón por la cual existen actividades económicas; la gente participa en estas actividades para satisfacer sus deseos y necesidades, y al tener gente envuelta en estos procesos, debemos acostumbrarnos a la esencia de su conducta – sentimientos, emociones, y expectativas.  Sería imposible para un economista recomendar una solución para un problema – si es que desea salir airoso – sin prestar atención al lado humano. El economista debe entender que lo que luce bien en el papel puede que no funcione en la realidad, y debe estar preparado para analizar desde el inicio como reaccionará la población a su recomendación.

Pero… ¿cómo podremos medir sentimientos y expectativas?  El economista tiene que considerar todos los factores y tomar una determinación sobre un número que logre cuantificarlos, y a este número lo llamará Propensidad Marginal a Consumir, o PMC.

Armado con su PMC, el economista se sentirá mejor en el momento en que tenga que formular su solución para el problema económico.  Entonces, ya que tiene su PMC… ¿podrá tener éxito cada vez que proponga una recomendación?  Mmmm… desafortunadamente no.

Como mencioné anteriormente, atreverse a realizar recomendaciones económicas esta destinado a unos pocos artistas de la cuerda floja, y eso sin contar con garantías de que vayan a funcionar, pero el conocer de antemano todos los factores que afectarán las decisiones a tomarse, ayudará tremendamente a que el pobre economista logre una mejor probabilidad de atinar a la respuesta correcta, y así también a mantener su puesto de trabajo.

Bueno, nuestro amigo el economista es un asesor del presidente de una república que está pasando por momentos difíciles; la economía está deprimida, la tasa de desempleo es muy alta, y el presidente está demandando que su leal asesor contribuya con una rápida solución para resolver el problema.  El economista de pronto recuerda que en sus tiempos universitarios se comentaba que si el presidente baja los impuestos, esto estimulará la economía porque la gente tendrá más plata en sus bolsillos para poder gastar.

Este economista ya se dió cuenta que a pesar de que una parte de ese dinero extra estará dedicado a ahorros, la mayoría irá directamente al consumo, especialmente en el caso de la gente de menores recursos.  También recordará que alguna vez le enseñaron sobre algo llamado el «efecto multiplicador», y si él no estaba equivocado, por cada dólar que entra a la economía, ese mágico efecto multiplicador se encargará de…?  Por supuesto, se encargará de multiplicar el efecto de cada dólar al generar actividad económica adicional que a su vez producirá más dólares, que increible!

Este economista inclusive recordó la fórmula del efecto multiplicador, que curiosamente, estaba relacionada con ese PMC que había hallado hace poco:  Multiplicador = 1/(1-PMC)

Entonces, ¿se beneficiará la gente si se tiene un gran PMC?  Bueno, veamos primero los números; después de todo, ¿qué sería de nosotros si no tuviésemos los números, verdad?

Llamemos al Multiplicador con la letra M y calculémos M con un PMC de 3/4: M=1/(1-3/4), o sea que M=4.

Ahora calculemos M con um PMC de 1/2: M=1/(1-1/2), lo que nos da que M=2.

Excelente!  Ahora nuestro economista sabe que con un PMC más grande obtendrá un mejor multiplicador, entonces lo único que tiene que hacer es convencer a la población para que sea optimista; si, si todos son optimistas las cosas se arreglarán, y por supuesto, su jefe el presidente estará muy contento, y así no tendrá que preocuparse de quedar sin trabajo, que tan caro le ha costado, y quién sabe, de pronto hasta le dan un ascenso a ministro de algo, o por lo menos le suben el sueldo.

Y cuando ya estaba listo para dirigirse a hablar con el presidente y exigirle una inmediata reducción de impuestos, recordó que uno de sus profesores le había enseñado que toda acción conlleva una reacción, y que en el caso del multiplicador, esta reacción se llama el «efecto desplazamiento» y que en inglés le llaman «crowd out effect», en fin, a sus años la memoria no estaba tan lúcida como a sus 20 años.

Si, eso era! Esta misteriosa fuerza que se opone a los efectos beneficiosos del multiplicador hace que de pronto su recomendación no vaya a ser tan lúcida como él se imaginaba. Adiós ministerio, adiós aumento.

Efecto multiplicador →$$$Efecto desplazamiento

Entonces la clave estaba en asegurarse que el multiplicador sea más fuerte que el desplazamiento, de tal manera que al final la medida a recomendarse sea positiva… exactamente, eso era!  Un efecto multiplicador muy fuerte, seguro!  Consumidores, prepárense a consumir!

¿Pero? ¿No es el multiplicador como una calle de doble vía? ¿No multiplica los resultados buenos y también los malos? Si, nuestro economista casi se olvida de ese pequeño detalle; tiene que ser más cuidadoso con eso, porque no quiere que las cosas vayan peor de lo que ya están, porque eso si logrará que lo despidan.

¿Qué haría Ud.?

Copyright © 2010 – Pablo Sevilla Vásconez

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